martes, 17 de marzo de 2009

Equilibrista


Un equilibrista soy
y sin oficio en la cuerda no hay contención,
oigo voces que murmuran
indicando un atajo que va a demorar.

Salto y no hay milagro en el aire
que me ataje y me vuelva a armar,
imposible mi morada derruida
ya sin norte en mi corazón.

Me voy a estrellar, lo sé.
Me voy a estrellar...

Mi vida, (y la tuya), es como una cuerda... Cuerda que como equilibristas debemos recorrer obligados esperando un final, una meta. No sabemos cuan larga es, a veces nos parece infinita; ni tampoco a que altura del suelo estamos, ya que cuando caés no podés imaginar cuan bajo podés llegar.
Hay días en los que me siento fuerte, intrépido y corro por la misma mas rápido de lo que nunca creí, venciendo al vértigo, buscando estar cada vez en cuerdas más altas y más difíciles de recorrer. Sin embargo hay otras veces en las que soy débil, no tengo fuerzas para seguir caminando y me dejo caer. Me entrego a ese sentimiento mezcla de fatiga y hartazgo y, sin importar a donde llegaré, tristemente cierro los ojos y me lanzo al vacío...
La caída parece un viaje eterno, todo es oscuro, no hay nadie alrededor. Muchas veces siento miedo por no poder ver el suelo en el que terminaré y me enojo conmigo mismo por no haber tenido la valentía de seguir adelante. He visitado este lugar tantas veces que hasta me parece horriblemente familiar, cínicamente acogedor; y cada vez que me encuentro cayendo vienen a mi mente las razones, y sobre todo las personas, que a lo largo de mi recorrido por la cuerda me han hecho caer. A mí, que siempre tendí una mano para ayudar a caminar; a mí, que cuando estabas por caer te di palabras de aliento para que siguieras adelante; a mí, que incluso me he tirado al abismo para que no caigas en soledad...
Pero en este mundo no hay consuelos, nadie se detiene para ayudar a juntar tus pedazos cuando te destruís al caer de la cuerda. Puede que a veces nos crucemos con algún ángel que antes de llegar al piso nos atrape y nos devuelva a lo alto, pero resulta difícil creer en él y entregarnos a sus brazos, con lo cual preferimos seguir cayendo. Eso es triste, muy triste, porque no sabemos si en la próxima caída va a estar ahí, despreciamos cosas que luego necesitamos, y esa si que es una paradoja de nuestra vida, el anhelo de lo inexistente...
Volveré a subir la escalera que me devuelve a la cuerda para seguir mi camino, pero ya mas golpeado y exhausto. Cuanto duraré ahí arriba no lo sé, por ahora me conformo con que todavía quede cuerda y mi final no se encuentre aquí, en el suelo...

5 comentarios:

  1. Tienes una manera muy poética de expresarte. me gusta. siempre volver a la cuerda, por muchos golpes que nos demos en cada caída, no queda de otra. no podemos dejarnos vencer :)

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  2. Sinceramente, muy bueno.
    Recién leí tu firma en mi entrada, muchas gracias. Tu blog es muy interesante y este texto en particular me gusto mucho.
    Saludos desde la ciudad vecina.

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  3. La verdad no te tenia blogger Ariel, te felicito, escribis muy bien.

    Saludos

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  4. Buscando algo en particular encontre tu blog y me puse a leerlo, excelente, un placer leerte!

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