viernes, 28 de octubre de 2011

Carta a mi destino...


Destino adverso que jugás a ponerme realidades opuestas a las que deseo,
Hace mucho tiempo que quería escribirte y nunca me animé. Sin embargo hoy tu apuesta ha superado a mi tolerancia y no me queda otra opción más que enfrentarte. Qué buscás? Qué esperás? Como si mi grito ahogado en impotencia no fuera suficiente, como si no bastara gastar la vida esperando a que te distraigas y pueda escapar de vos.
Cada vez que deseo estás ahí, en medio del camino, con tu mirada fría y desafiante, con tu dedo acusador que me señala ya rendido en el suelo rompiendo con tu martillo de realidad mi sueños de cristal.
Oscuro y frío, sos indescifrablemente aterrador. Meticuloso hasta en el más mínimo detalle, estratega, siempre un paso adelante, con un as bajo la manga que te ha hecho ganar cada una de las partidas en las que nos hemos enfrentado.
Nunca pierdo las fuerzas, sabés que soy un contrincante digno; pero me enfurece caminar esperando la caída, me entristece saber que cuando empiece a ver la meta vas a estar esperándome agazapado para golpearme en el momento en que soy más débil.
Tu ventaja está en nuestro hábitat, en ese convivir con vos en mis espaldas haciéndome cada día más pesada la mochila, poniéndome obstáculos cada vez más difíciles de superar. Cada deseo roto es un ladrillo más, un lastre que me hace caminar más lento y pegarme más y más a este suelo de realidades, ladrillos que me impiden volar...
Sin embargo, en esa ventaja está tu cobardía y en la desigualdad de condiciones mi fortaleza. Lamento decirte, mi antónimo, que la realidad y lo palpable son efímeros y no así mis ganas de volar. Las percepciones son cristales bajo los cuales interpretamos la realidad, y me temo que tu real realidad es que has elegido a un oponente que no es real, sino deseo. Existo porque sueño y me muevo porque cada sueño que me destruís se transforma en un prisma que me ayuda a ver más lejos, descubriendo lugares y futuros que antes de tu ataque no conocía. Me ayudan a ver errores en los atajos que decido tomar y aunque me duela hoy, se que hacen más fácil mi caminar.
Si te escribo, no es para mostrarte mi lamento, sino para agradecer tu existencia. Resulta paradójico como en tu deseo de destruirme has logrado hacer de mi alguien cada día más fuerte. Alguien que aprende a pensar y ver mejor. Tus esfuerzos en golpearme han sido trampolines de confianza que me hacen ir más allá. Y sé muy bien que, aunque hoy estés aferrado a mis piernas para no dejarme ir, la realidad es limitada pero que la imaginación y los deseos no tienen fronteras. Es cuestión te tiempo. En forma opuesta a vos soy cada vez más grande e infinito y llegará el momento en que no puedas sostenerme más.
Tu natural y finita realidad te ha jugado una mala pasada creyéndote fuerte. En tu intento fallido te has condenado...
Entenderás entonces que esta no es más que una carta de despedida, nos queda poco tiempo juntos. Las lágrimas y los dolores de cabeza han sido el combustible que me alejan de vos. Quizá me encuentres algún día, pero será ya en el mundo que me propongo crear, en donde tu naturaleza real no será efectiva.
No hay guerrero más difícil que aquel que ha aprendido de sus derrotas...